23 oct 2009

EDICION Nº 22 - 2009

Silencio

Cuando la noche se coronaba con la aurora, llegaste sin avisarme; ni siquiera preguntaste si podía recibirte.
En aquel día de verano donde las hortensias se asoleaban y las ranas abrían sus paraguas porque comenzaba a mostrarse la lluvia, entraste y sobre los jazmines del añejo jarrón, te instalaste.
Silenciaste al continuo aletear de los pájaros sin dejar que el trinar se convirtiera en jolgorio para mis oídos. Aquietaste al suave danzar de las aguas del río y lentamente te cobijaste en mi rostro acongojado, ocultándote en la comisura de mis labios secos, colocándome en mis manos un ramo de nuevos sentimientos. Hasta aquí llegaste, sin preguntarme si puedo recibirte, callando la risa de tu ego que solo se asoma por el muro de este tiempo nuevo.
Mansamente te guardaste en una lágrima que el día esculpió y ahora se resbala por la mejilla, que alguna vez besó una estrella.
Con pasos cortos de gorrión travieso, avanzaste en mis días… ¿compañero serás eternamente? O hasta que una rosa deje fluir su perfume y llegar hacia donde un día se quebró mi alma y pueda volver a sonreír. ¿Serán las buenas manos de mi madre o las risas de mis hijos que golpeen mi estúpido callar?¿Tal vez el suspiro enfermo de la noche sea quién te ahogue en su oscuridad hasta morir?
En mi corazón te has encallado. Pero… en el exótico encaje de espumas de las olas del mar te he de abandonar para que navegues hasta donde él te quiera llevar.
Silencio, silencio de pájaros en vuelo, de trinos, de brisas, llantos y risas, de campanas, suspiros y latidos.
Todos se irán contigo porque hoy, quiero volver a escuchar.