23 oct 2009

EDICION Nº 25 - 2009

Soledad

Sentada sobre la hiedra estaba, trepandose llorosa entre las hojas lastimadas por el frío.
Lenta se mecía en las ramas lánguidas y luego se deslizaba por el tallo, hasta desvanecer.
La luna, silenciosa, cabalgaba en la joroba del muro sin que nadie la advirtiera, pero ella le hacia compañía.
El viento, al verla solitaria a pasear la llevó; mientras la escuálida estrella bajaba despacio a confiarle el misterioso secreto de la laguna.
Entretanto la noche, cubría con su manto oscuro la brasa encendida del leño que, abrazándola, pudo espantar su pavor y luego hacerla dormir en su polvillo gris.
Anidando allí, una lágrima y una nostálgica mirada.Afuera la rosa, con sus labios carnosos asomaba en el fulgor de la mañana. Y en sus pétalos blanquecinos la acogía, ocultándola en la corola que latía, acompasando con la gota que caía. En la tarde desolada el pájaro esculpía sus trinos, mientras ella, en sus alas hacía su posada; para luego salir con él a volar.
Y en su pico colgar un trocito de luna, una rama y una rosa. Juntos volarían hasta llegar al sol. Entretanto el cielo, abría una flor celeste y en su pecho despoblado florecía.
Soledad... que oculta caminas, te trepas y deslizas por todos los lugares arañando con tus ojos un pedazo de la tarde. No llores.
Porque en mis manos te llevo, junto a un ramito perfumado de violetas.