23 oct 2009

EDICION Nº 16 - 2008

Reencuentro

La brisa se apersonaba con su vestido de seda, trayendo los suspiros de las flores del campo, los colores y aromas recogidos a su paso, al aleteo constante de los pájaros y el bostezo interminable del arroyo.
El sol acunaba a los pétalos del día que se recostaban en el viejo rancho acalorado, mientras las nubes, hacían un paso tranquilo por el cielo que se abría, como una violeta enamorada.
En cambio el algarrobo, sediento de agua me mostraba, el trino del jilguero que caía como una lluvia de oro, y al silencio, interrumpido por el canto del gallo viejo y desplumado, acompañado por una gallina coqueta, con su traje de bataraza en gris plata, dando saltos de alegría sobre fardos de pastos amontonados y polvorientos, en el húmedo rincón del galpón.
La brisa era suave…, besaba las mejillas de la rosa que quedó sola, cuando las mariposas iniciaron su vuelo por el sendero del lugar, donde los niños arrastran sus pies descalzos, en este mes de febrero.
Entretanto, el tormentoso zumbido de las abejas rodeaba al aljibe, donde bebían las garzas que pasaban por ahí; mientras el incesante cotorreo de las catas, se apoderaba de los pinos.
La brisa llegaba con su vestido de seda, que quedó enredado entre los chañares que mojaban sus pies en el largo brazo del río que corría entre los médanos.
Solo ella fue cómplice de mi nostálgico reencuentro.Solamente ella fue mi compañera en esa mañana.
Solamente ella…Mientras mis oídos se endulzaban con los suaves sonidos, mis ojos divagaban por ese encantado reencuentro, con mi casa del campo.